A las cinco de la mañana inicia la vida en El Pueblo. No sé a que hora se despierta Mama Tedi, o si de hecho duerme en algún momento, porque cuando nos levantamos una hora más tarde, el café y las galletas ya están sobre la mesa. A las señoras en El Pueblo se les llama "Mama" - sin acento en la segunda "a" - o también "Ibu", que significa "señora" en indonesio. Mama Tedi es viuda, tiene tres hijos y vivimos en el segundo piso de su casa, la casa de madera. Los dos hijos mayores, un hombre y una mujer, viven en la Isla de Java - la más poblada del país; y Tri, la hija menor, apenas tiene ocho años y vive en el primer piso con su madre. Mama Tedi tiene una pequeña cocina económica y frutería en la parte delantera de su casa de madera y lámina. Apilados en el piso uno puede tropezarse con los mangos, bananas de todos los colores y sabores, melones, sandías, papayas, jitomates, frijoles, hierbas de quien sabe que, chiles o "cabe" y un tipo de soya que le llaman "tahu" y "tempe". A Tri le gusta dibujar. Bueno, eso creo porque siempre la veo acostadita en la alfombra de la sala con dos o tres libritos y unos cuantos crayones viejos. Tri tiene el pelo corto, rizado y es tan delgadita que a veces pienso que si viene un viento fuerte seguro se va con él. Muchas veces cuando paso por la cocina noto como sus ojos tímidos y curiosos observan lo que hago, como si quisiera saber quien es ese nuevo personaje en casa. Por las mañanas, sentadita en una silla medio rota y con su traje de escuela, Tri espera a que Mama Tedi termine los desayunos. Después, Mama Tedi y Tri se trepan juntas en la moto y desaparecen por el camino esquivando piedras, charcos y una que otra gallina o perro. En el segundo piso de la casa de madera, vivimos Edi, Fandi, Muammar y yo. Mama Tedi nos renta el segundo piso por una pequeña cantidad de dinero y además nos alimenta tres veces al día. Edi lleva más de quince años trabajando para doctorantes de mi Universidad que por ya mucho tiempo han establecido varios proyectos alrededor de El Pueblo. Edi es la persona que en verdad hace que las cosas puedan avanzar en mi proyecto - es mi traductor, guía y coordinador. Edi tolera casi todo, menos empaparse en la lluvia y la comida picante. Fandi y Muammar son amigos y mis tesistas de licenciatura. Ambos tienen veinte años y un montón de energía y ganas de aprender. Apenas nos entendíamos la primera semana y ahora entre indonesio e inglés nos vamos moviendo de un tema al otro - si Indonesia irá algún día a un mundial de fútbol, si México tiene similitudes con Indonesia. Ambos son buenos chicos y respeto mucho su valentía de aventarse una tesis de licenciatura en un proyecto basado en una lengua que no es la suya. En el segundo piso tenemos cuatro habitaciones bastante rústicas, un baño compartido, y un gran balcón con una vista increíble hacía las montañas del Parque Nacional de Lore Lindu. Cada habitación tiene un catre medio apestoso y una mesita podrida para poner la ropa. Ayer se quemó el foco de mi habitación y desde eso decidí solo usar velas - no tiene sentido tener focos si de cualquier modo la mitad del tiempo no hay electricidad. En el balcón tenemos una mesa de trabajo llene de tazas de café vacías, paquetes de galletas a medio comer, fotocopias y cargadores de computadoras. Me tomó un tiempo convencerlos, pero creo ahora ya todos en casa reconocemos las ventajas de tener dos garrafones de agua en el balcón, en vez de botellitas de a litro que eventualmente terminarán en la hoguera al fondo del huerto junto con toda la demás basura. Mi lugar favorito en la casa de madera es la esquina del balcón. Ahí he colgado la hamaca donde paso las tardes con una taza de café mirando cambiar de color la alfombra de árboles que tapiza las montañas cuando va cayendo la noche. Quizás mi lugar menos preferido es el cubito de dos metros cuadrados que tenemos como baño. En la casa de madera uno no toma una ducha sino un "mandi" que consiste en echarse agua de lluvia almacenada en una pileta con un traste que parece una jícara. Como inodoro tenemos un agujero y punto.
La casa de madera también la habitan mosquitos, moscas, gatos, ratas, y un sin fin de lagartijas que se amontonan en los focos para el festín entomológico nocturno. Aunque ratas debe haber menos, porque el gato pinto anoche descabezó una en el balcón. Edi se encargó de desaparecer el cuerpo y la cabeza, pero la manchita de sangre sigue ahí, junto a la mesa de trabajo. Todas las noches, en la casa de madera se duerme con el concierto de los grillos, las ranas, el conductor trasnochado y uno que otro perro aullador. Y a las cinco de la mañana, un día nuevo comienza con el canto de la mezquita, el gallo del vecino y con Mama Tedi y Tri en la cocina. "Selamat Pagi" o buenos días.
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